Carlos del Pozo

La vida en una página

Cuaderno de la Eurocopa (II)

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Finiquitada la primera fase de grupos, podemos extraer las primeras consecuencias de este campeonato aplazado por la pandemia. No ha habido grandes sorpresas, aunque algunos favoritos estuvieron en el alambre durante muchos minutos. Destaca la vuelta del público a los estadios, en algunos casos no muy prudente, como en Bucarest, con setenta mil personas de las que al menos cuarenta mil iban a pecho lobo.
Me ha gustado sobre todo Italia -la veo gran favorita-, y en menor medida Bélgica y Países Bajos. Francia aturde con su gran plantel de figuras, pero su bagaje arroja dudas: gana a Alemania con un gol en propia puerta y empata los otros dos partidos. Tampoco Alemania convence, ya que la goleada a Portugal es engañosa y los húngaros estuvieron a una uña de eliminarlos. Inglaterra no encuentra su Gascoigne actual y es un equipo chato con un ariete, Kane, al que nunca le encontré la gracia. Los octavos contra los alemanes, en cambio, viene a ser el choque más interesante.
¿Y España? Enclavada en un grupo flojito, lo ha dejado todo para el último partido frente al más flojo de los flojitos y con el portero eslovaco como gran figura del partido: su palmeo hacia la portería me recordó a un portero canario que tenía el Logroñés llamado Pérez, que salía de espaldas en los córneres. Algunos dicen que con mejores rivales la selección mejorará su juego, pero otros vaticinan que esos rivales de mayor calado pondrán a los nuestros en su sitio. Veremos quién tiene razón.
Otra cosa a destacar es la estética de los entrenadores. Santos, el portugués, parece ese encargado de barra presto a ponerte un chato de vino en cualquier momento, Joachim Low sigue abonado al negro como si estuviera en un velatorio y el neerlandés Frank de Boer parece un cantante melódico de esos que Países Bajos suele mandar a Eurovisión. Pero el binomio más interesante es el de los técnicos de España e Italia, más que nada por el contraste. Mientras Luis Enrique da ruedas de prensa con camisetas de Naranjito y exhibiendo sus tatuajes en los brazos, Roberto Mancini aparece con su impecable blazer azul, su corbata estrecha y sus zapatos adquiridos en la zapatería Petrocchi de Roma.

Hay una diferencia.