Carlos del Pozo

La vida en una página

Grande Bambino

foto-graffiti-bambino-orginal_20690847_20210829174930

Se llamaba Miguel Vargas Jiménez y nació, poco después de concluida la Guerra Civil, en Utrera (Sevilla), en el seno de una familia gitana. Pero por todo el mundo fue conocido por el sobrenombre de Bambino, ya que decidió dedicarse a la música al cosechar un gran éxito entre sus cercanos tras interpretar una canción de Renato Carosone en la que se repetía esa palabra en italiano. Murió en la misma Utrera cincuenta y nueve años después, totalmente retirado de la canción y olvidado. Profundamente olvidado.
Puede decirse que Bambino es un artista maldito pero al mismo tiempo de culto. Frecuente en las bandas sonoras de Pedro Almodóvar, hoy es admirado por cantantes de otras generaciones que alcanzaron el éxito como José Mercé, María Jiménez, Joaquín Sabina o Miguel Poveda. Además, tuvo como arreglista de lujo a Paco de Lucía y recibió el sentencioso elogio de Camarón de la Isla, el más grande de los flamencos, quien en su día dijo de él que sin duda era
el artista de los artistas.
La gran aportación de Bambino a la historia de la música popular española es, aparte de una voz y un estilo desgarradores, la de haber sabido transformar el flamenco fusionándolo con géneros tan dispares como la rumba, el bolero o la ranchera. Canciones como
La pared, Se me va o Voy a perder la cabeza por tu amor, que han sido interpretadas por numerosos cantantes, se recuerdan con mayor hondura ligadas a la personalísima voz de este artista.
También hay, por parte de muchos, una cierta fascinación hacia su biografía y su persona. Noctámbulo empedernido, llegó a Madrid para triunfar con veinte años dejando atrás su efímero oficio de peluquero. Actuó casi a diario durante los sesenta y setenta del siglo pasado en los más afamados clubs y locales de Madrid, pero el desembarco de la famosa
Movida lo borró del mapa. Fueron aquellos unos años de excesos y coqueteos con el abismo, de drogas y alcohol. También subyace en todo momento el mito de su ambigüedad sexual, pasto de comentarios y elucubraciones que nada tenían que ver con su gran talento artístico. Ya retirado a su Utrera natal, en una de sus últimas -y escasas- entrevistas, y a cuenta del balance de su vida, le dijo a la escritora María Jaén: Estoy orgulloso de mi vida, porque podré irme de este mundo sabiendo que lo he probado todo.

Ahora, la Semana Internacional de Cine de Valladolid, la mítica Seminci, estrena el documental Algo salvaje. La historia de Bambino, que podrá verse en pocas semanas en las salas de cine. Dirigido por el onubense Paco Ortiz, con él se intenta rescatar la figura de este artista caído en el olvido a través de su periplo personal, con el acento puesto en sus años madrileños y el testimonio de familiares y compañeros que lo trataron. Es un impresionante documento porque no hay un material audiovisual destacable del utrerano, que siempre se negó a aparecer en programas de televisión cantando en play-back o a protagonizar videos. Y una gran ocasión para conocer su música y una vida a ratos desdichada, pero también llena de gozo.