Carlos del Pozo

La vida en una página

Ortografías

Faltas-ortografia

Hace ya algunos años, a mi mujer le pusieron una multa de aparcamiento. Estacionó su coche en una de esas zonas en las que se tiene que poner bien visible una cartulina con un reloj indicando la hora de llegada y no pudiendo superar la hora y media de estancia del vehículo en el lugar señalado. Mi mujer, sí, había olvidado poner ese reloj -nada extraño en ella-, pero acudió a la jefatura de la policía local muy ofendida por cómo el agente actuante había denominado la causa de la infracción: Falta Comprovante Orario (sic). Muy sintético el señor, eso sí, pero cometiendo dos dislates en tres palabras (falta lo puso bien, pero qué difícil escribir mal esa palabra). En la sede policial, un guardia quiso disculpar a mi señora las transgresiones ortográficas de su compañero alegando que pertenecía al viejo Cuerpo de Serenos -hace décadas extinguido- y que el Ayuntamiento lo había acomodado en la Policía Local.
Viene esto a cuento porque hace unas semanas leímos en los medios de comunicación que el Cuerpo Nacional de Policía eliminaría como prueba excluyente en las oposiciones de acceso a ese Cuerpo la prueba de ortografía, una prueba consistente en corregir en ocho minutos qué palabras de un listado de cien estaban bien escritas y cuáles no. Al parecer algunas de ellas eran galicismos o anglicismos, y otras vocablos en desuso. La providencial protesta de los sindicatos -que parece que están para estos menesteres- logró abonar la eliminación de la prueba como excluyente.
Creo que si el problema estriba en un número de palabras poco adecuadas o simplemente prescindibles -supongo que minoritario en todo caso-, lo más fácil hubiera sido eliminar esas palabras, establecer un control filológico de las que se someten al juicio de los opositores, y santas pascuas. Porque la devaluación de la prueba per se no creo que sea ni conveniente ni justificada. Y es que de unas décadas a esta parte se ha constatado un mal que afecta a nuestras generaciones más jóvenes: cada vez escriben peor por culpa de los móviles, los WhatsApp, los correos electrónicos y demás adminículos de la era cibernética que nos contempla. Lo único que nos faltaba es que para acceder a formar parte de un Cuerpo de la Administración, en un empleo vitalicio aunque no siempre bien remunerado, no sea prioritario saber escribir bien las palabras de nuestro idioma.

De este modo pienso que es hora de desenterrar ese viejo chiste que contaban nuestros padres y abuelos. Es éste:
Se produce un accidente. Llega la policía local. Un sargento y un ayudante. - A ver, ayudante, escriba. Un joven de 18 años muerto junto al vehículo infractor (el ayudante toma nota). Mano mutilada en el arcén. El ayudante pregunta: - Sargento, ¿arcén es con "H" o sin "H"?. El sargento, tras pensar un instante, le da una patada a la mano y repite: - Ayudante, escriba, mano mutilada en medio de la carretera.
Pues eso.