Carlos del Pozo

La vida en una página

Retrato de un artista

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Carlos Saura fue, ante todo, un artista. Pasará a la posteridad como uno de los mejores directores de la historia del cine español, y su figura resultará siempre inolvidable gracias a un puñado de películas: La caza, La prima Angélica, Cría cuervos, Mamá cumple 100 años y tantas otras. Pero yo creo que su retrato quedaría algo desenfocado si sólo se le juzgara por su cine.
Carlos Saura era un estupendo fotógrafo, un notable escritor -ahí están tres novelas muy interesantes, ¡Esa luz!, Elisa vida mía y Pajarico solitario, remedo estas dos últimas de otras tantas películas suyas-, y también un gran melómano. La música ha tenido un hueco de relevancia en su cine, tanto en las bandas sonoras de sus melodramas como en sus películas puramente musicales, que abordan desde el tango al flamenco pasando por las sevillanas, el fado o la jota. Y eso es probablemente lo que le hace merecedor de no ser considerado únicamente como un cineasta, de los mejores, sino como un auténtico artista.
Saura fue un tipo cuya mejor virtud era la curiosidad. Lo han dicho quienes le trataron, pero con solo echar un vistazo al legado de su vasta obra resulta fácil de corroborar esa afirmación. Le interesaba cualquier aspecto de la vida, que estudiaba y analizaba con verdadera pasión. Dos semanas antes de morir estrenó su obra casi póstuma Las paredes hablan, una película de difícil encaje en los géneros convencionales y en la que buceaba en el arte urbano de los grafitis a partir de las primeras manifestaciones pictóricas de la humanidad. El hombre curioso.
De su actividad cinematográfica destacan dos etapas, ambas ligadas a sendos productores. La primera, durante los sesenta y setenta del siglo pasado, la ocupan sus largometrajes producidos por Elías Querejeta. La segunda, posterior y a partir de los ochenta, compartida con Emiliano Piedra. Un poco desiguales ambas; con Querejeta rodó más de una docena de películas durante veinte años y con Piedra tan solo la famosa trilogía conformada por El amor brujo, Bodas de sangre y Carmen, ya que la muerte prematura del productor en 1991 imposibilitó nuevos trabajos
Si me preguntan por mi película favorita de Saura no lo dudaré. Es Pajarico, una película sensual, mediterránea y muy hermosa en donde el director despliega toda su cartografía sensitiva ayudado por un impresionante elenco coral de actores encabezado por un anciano Paco Rabal. Allí hay una frase lapidaria que Rabal pronuncia con su voz aguardentosa mientras contempla desde la arena de una playa murciana el horizonte marino: Qué bien se está cuando se está bien.
Pues eso.