Carlos del Pozo

La vida en una página

Cuaderno de Qatar (I)

Mundial 2022

Siempre pensé que el Mundial de fútbol de este año nunca se celebraría en Qatar a finales de año. Mi candidez creyó que al final se destaparían todas las corruptelas que posibilitaron la elección de ese país, sin ninguna tradición futbolística, y que se evitaría interrumpir los torneos ligueros de los cinco continentes para jugar por primera vez en la historia un Mundial en noviembre. Vamos, que los dirigentes del fútbol recapacitarían y terminarían resolviendo que disputar un campeonato de fútbol en los albores del invierno, en medio del desierto y en un país con cuatro campos de fútbol era un disparate. Me equivoqué.
Y aquí estamos, en el pistoletazo de salida de un Mundial que se celebra en un país que no respeta los derechos humanos, para el que las mujeres no solo son seres inferiores a los hombres, sino prácticamente inexistentes, y en donde no se respetan los derechos laborales de los trabajadores; no en vano diversas fuentes afirman que han muerto entre seis mil y seis mil quinientos operarios trabajando para construir estadios e infraestructuras al tener que soportar temperaturas superiores a los cincuenta grados.
Pese a todo comenzará a rodar el balón y todos nos olvidaremos de estas cuestiones, aunque algo me dice que no va a ser así. Creo que, más que el Mundial de los goles y las estrellas, va a ser el Mundial de los gestos. Gestos -y alguno ya se ha anunciado, como el que piensan hacer los daneses, dispuestos a pagar la consabida multa-, gestos, digo, del mundo civilizado contra esa barbarie que vulnera derechos y ningunea al ser humano dependiendo de su sexo. Y esos gestos puede que sean los que nos hagan recordar durante mucho tiempo esta pesadilla que también incluye la prohibición de beber cerveza en los estadios. Una ocurrencia.