Carlos del Pozo

La vida en una página

Biografía de una ciudad

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Decía Francisco Umbral que Madrid es, en sí misma, todo un género literario. Y creo que tenía razón. Centenares de libros han glosado esta ciudad, desde novelas a ensayos pasando por libros de memorias u obras de teatro. En ellos se hacen inmortales el viaje del Parnaso de Cervantes, el Callejón del Gato de Valle-Inclán, la Residencia de Estudiantes de Juan Ramón Jiménez, todo Galdós desde su primera a su última novela, los sainetes de Arniches, el balcón de piedra de Luis Mateo Díez o el Café Gijón del mismo Umbral. Como la novela policíaca, la histórica, la no ficción o el libro de viajes, Madrid es un género independiente. Y posiblemente más rico que todos los demás juntos.
Viene esto a colación por la aparición de
Madrid, de Andrés Trapiello, que acaba de publicar Ediciones Destino. No suele uno comentar libros y mucho menos novedades editoriales en esta ventana que intenta aprehender el mundo en unas pocas líneas. Pero el libro creo que merece la excepción.
Reconozco una cierta debilidad por su autor. De su obra me han gustado algunas novelas -
Noches y días, Ayer no más o El buque fantasma-, la mayoría de su poesía, buena parte de sus artículos de prensa y, sobre todo, ese Salón de Pasos Perdidos que constituye uno de los proyectos literarios más apasionantes de la literatura española de los últimos años, con sus veinte tomos de unos diarios que son algo más que diarios y cuyo autor suele definir como una novela en marcha.
Madrid, al menos en su parte fundamental, presenta un doble marco que marcha al unísono como dos afluentes de un río que se miran a la cara, ora como espejos, ora como revelaciones. Por un lado, la ciudad y su historia, sus orígenes, los cambios poblacionales y urbanísticos que ha sufrido a lo largo de los siglos. Por otro, la peripecia del autor, que llega a la ciudad con diecisiete años tras dejar León como consecuencia de una agria discusión con su padre a cuenta de una tarta de cumpleaños. El día que llegué a Madrid fue el día más importante de mi vida, nos confiesa.

Pero en el libro, al margen de los desvelos de un adolescente que malvive vendiendo libros por las casas y oficinas, hay mucho más. Navegando por sus páginas, uno ha rememorado el olor de sus calles, la incomparable atmósfera del Rastro y la Cuesta de Moyano, el dubitativo discurrir de ese río Manzanares de mi segundo apellido, el placer de una cerveza bien tirada como no se tira en ningún sitio o el sabor meloso de un bocadillo de calamares, y también la primavera del Retiro y el verano con sus verbenas. Libro para ser degustado al ralentí y para ser releído con frecuencia, si no como el gran libro sobre Madrid -que ése probablemente nunca llegará-, debe éste concebirse como un gran libro sobre Madrid. Porque como su autor concluye: En ninguna ciudad ha sido uno tan feliz como en esta destartalada villa, verdadero salón de pasos perdidos del mundo, hecho a partes iguales de sueño y verdad.