Carlos del Pozo

La vida en una página

Corazón contento

Pepa-Flores-Marisol-icono-espanol_1403270175_111620012_667x375

En la reciente gala de entrega de los Premios Goya las portadas de los medios no las acapararon -como ya es habitual- los vaticinios sobre quién ganaría el premio al mejor actor, actriz, director o película, sino el misterio de si la agraciada este año con el Goya de Honor acudiría a recibir su galardón. Ese Goya de Honor correspondió en esta ocasión a Josefa Flores González, que al principio de su carrera artística hizo llamarse Marisol y a partir de finales de los años setenta del pasado siglo ya fue Pepa Flores, que es como es como se la conoce en la actualidad.
Durante las semanas previas a la entrega del premio y desde que la Academia del Cine lo hiciera público, las especulaciones sobre si Pepa Flores asistiría a la gala de los Goya a recogerlo fueron innumerables. Todo ello debido a que la buena mujer decidió a mediados de los ochenta del siglo pasado abandonar la profesión y no volver a aparecer en los medios de comunicación. Hablamos de treinta y cinco años de silencio que la artista no ha osado violentar en ningún momento.
También parece que su entorno recibió durante esas semanas nutridas ofertas para que la que fuera niña prodigio explicara su vida y milagros en programas de televisión de la llamada prensa amarilla o, simplemente, de telebasura. Y que ofrecieron mucho dinero a cambio. En ese lapsus de tiempo los reportajes en las diferentes cadenas televisivas y diarios recordando sus películas y canciones se cuentan por docenas, y las presiones para que Pepa Flores doblegara su voluntad de silencio y retiro resultaron considerables.
Hasta el último momento se hicieron cábalas sobre si la que antaño fuera Marisol estaría presente en la gala de Málaga, su ciudad. Horas antes del comienzo de la misma su entorno, y a fin de no alentar habladurías y otros chismes, difundió un mensaje en el que se confirmaba que Pepa Flores no acudiría a la entrega del premio y que sí lo harían en su representación sus tres hijas. Pero pese al anuncio y durante el despliegue de la alfombra roja, algunos todavía hacían cábalas acerca de si la artista se lo pensaría a última hora y acabaría cambiando de parecer.
Mucho se ha comentado estos días sobre si Pepa Flores merecía ese premio. Es un Goya que se concede a toda una carrera cinematográfica y que en ediciones anteriores recibieron gentes como Juan Antonio Bardem, Rafael Azcona, Concha Velasco, Jaime de Armiñán o Alfredo Landa. Y es cierto que la malagueña tuvo un periplo artístico más bien errático, pues tras una etapa infantil en la que fue explotada despiadadamente, su filmografía adulta fue profundamente irregular y, salvo Los días del pasado, de Mario Camus, no se le recuerda una interpretación memorable. Pero yo creo que esa coherencia suya de retirarse a tiempo y de no volver a reaparecer como suelen hacer a menudo los toreros y los cantantes es por lo que la profesión la ha elegido para ese premio: por su discreción y su respeto a una carrera que le dio no pocos disgustos y de la que nunca pudo disfrutar en plenitud. A día de hoy es una septuagenaria bella y silenciosa, digna de sí misma y que derrocha los estertores de su existencia abocándose a un pequeño rayo de luz y con el corazón contento. Creo que, desde ese mutismo honesto y leal, es como todos deben recordarla.