Carlos del Pozo

La vida en una página

Pueblos bonitos

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Desde hace algunos años, una asociación llamada Los pueblos más bonitos de España se dedica a galardonar a diferentes pueblos de nuestro país con esa vitola codiciada de los más bonitos. Son a día de hoy más de cien, y obtener tal título no es fácil, ya que se han de cumplir algunos requisitos que suelen conllevar cierto tiempo en algunos casos considerable de papeleo y tramitación. Entre esos requisitos figuran el de ser aprobada la solicitud por el Pleno municipal de turno, poseer una conservación arquitectónica adecuada y espacios verdes certificados, y hasta una actividad cultural importante. No es sencillo obtener la calificación: el año pasado lo solicitaron veinte pueblos y solo uno logró obtener el título.
Me sorprendió hace unas semanas que hubiese un pueblo que rechazara la candidatura propuesta por esa asociación para incorporarse a la lista de los pueblos más bonitos de España. El pueblo en cuestión es Siurana, una preciosidad que se levanta sobre un barranco a 740 metros de altura, con un imponente castillo, y desde el que se divisa la Sierra del Montsant, en la comarca del Priorato tarraconense. En verdad Siurana es una pedanía del municipio de Cornudella de Montsant, y ha sido el alcalde de esta población quien ha declinado la invitación de formar parte de los pueblos más bonitos de España. Ha explicado el primer regidor de esa población que si Siurana entrase en la famosa lista se profundizarían los problemas de masificación que la pedanía ya tiene los fines de semana y días festivos, y que implican colas de acceso al enclave de hasta media hora y la necesidad de contar con los Mossos d’Esquadra para regular el tráfico, los accesos y las salidas. Además, la orografía de la zona no da para que la invadan cientos de vehículos cada fin de semana, y la pedanía cuenta con apenas doscientas plazas de aparcamiento.
A mí me parece bien la decisión de este Alcalde. Yo he visitado algunos pueblos españoles antes y después de que se les otorgara el título de más bonitos de España -no daré nombres- y la segunda visita no fue tan agradable como la primera: mucha más gente, precios más caros en la hostelería y el comercio, y hasta una sensación de que aquello que vimos con asombro en su día ahora es diferente. La iniciativa no digo que no tenga ventajas, sobre todo en núcleos que se han ido despoblando en los últimos años y necesitan como el maná de una apuesta turística potente, pero también creo que implica ciertos inconvenientes.