Carlos del Pozo

La vida en una página

Centenarios olvidados

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La maldita pandemia ha hecho que nos olvidemos de prácticamente todo aquello que no tenga que ver con la misma, y parece que habrá de transcurrir algo de tiempo antes de que ocurra lo contrario, que comience a ser anécdota y no argumento principal de nuestras conversaciones, anhelos y decisiones.
Durante estos meses se han suspendido los rodajes cinematográficos, los festivales de cine, las ferias de libros y los conciertos de todo tipo de música. Los artistas han sido relegados a balcones y grabaciones domésticas, y los museos han custodiado sus piezas en silencio sepulcral. También nos hemos olvidado de conmemorar el nacimiento o la muerte de nuestros más afamados artistas e intelectuales. Se podría pensar que no había mucho que celebrar, es posible. Pero tampoco existía una manera decente de hacerlo.
Dos mil veinte era un año que, a su comienzo, estaba señalado como el que rendiría homenaje centenario a dos de nuestros mejores escritores, Benito Pérez Galdós y Miguel Delibes. Del primero se conmemora el centenario de su muerte y del segundo el de su nacimiento. Quizá bastantes de los que lean esta crónica se habrán enterado ahora de esas efemérides.
Galdós es probablemente uno de los mejores y menos reconocidos autores que ha dado la literatura española. En la valoración de su obra no hay puntos medios: o se le idolatra o se le desprecia, y si no, recordemos la reciente diatriba entre Muñoz Molina y Cercas a cuenta de su figura y su obra. Despreciado por sus contemporáneos, como en el caso de Valle-Inclán, que lo bautizó como
Don Benito el garbancero, tuvo la mala suerte de nacer en un país cainita como el nuestro. Su obra brilla a la altura de la de Dickens o Balzac, contemporáneos suyos, y Fortunata y Jacinta está entre las mejores novelas de la historia de nuestra literatura, incluso al nivel de la novela de novelas, el Quijote. En febrero se inauguró una significativa exposición sobre su vida y su obra en la Biblioteca Nacional de Madrid, pero al cabo de un mes hubo de suspenderse tras decretar el Gobierno el estado de alarma. El regalo que nos queda ahora es la reciente publicación de Galdós. Una biografía, con la que Yolanda Arencibia obtuvo el Premio Comillas y que pasa por ser el texto más ambicioso que se ha escrito sobre el escritor canario.
Delibes ha sido uno de los novelistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en España. Sus libros y sus personajes nos han acompañado durante muchos años a varias generaciones de españoles, y hay pocos escritores que hayan sido adaptados al cine o al teatro con tanto acierto como el autor vallisoletano. Su estilo, sencillo y preciso, austero como los campos de la Castilla que describe en sus novelas, procede nada menos que del tratado de Derecho Mercantil del Profesor Garrigues. Se le han querido señalar sucesores cada poco tiempo, pero no ha habido después de él nadie que supiera condensar con un lenguaje transparente todo lo que un relato necesita para cautivar a un lector. Con el Derecho ocurre lo mismo: hoy resulta difícil encontrar tratados o monografías jurídicas escritas con la escrupulosidad de que gozaba la obra de Garrigues. Le faltó a Delibes un Nobel más que merecido que fue a manos de otro compañero de generación, Cela, posiblemente buen escritor, pero carente de la integridad moral y la coherencia vital del novelista castellano. Tras su muerte me he preguntado en infinidad de ocasiones: ¿qué habría pensado Delibes de todo esto? Nos falta, eso sí, y a diferencia de Galdós, su gran biografía, notable empeño que queda por hacer. No esperemos cien años más para que vea la luz, más que nada porque muchos ya no podremos disfrutarla.