Carlos del Pozo

La vida en una página

Un Nobel poco novel

Annie

Conocimos hace un par de semanas la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Annie Ernaux, escritora francesa de ochenta y dos años. Confieso que no he leído nada de esta señora pero prometo hacerlo porque la temática de sus libros -mayoritariamente biográfica- me interesa mucho. Tal vez el hecho de haber publicado casi toda su obra en castellano en una pequeña editorial justifique esta omisión mía. Pero yo quería ir a parar a otro lado.
Se dice que el Nobel de Literatura se concede al conjunto de toda la obra de un determinado autor. Nada más cierto. Pero cualquier buen autor puede ya tener una obra hecha entre los cincuenta y los sesenta años. ¿Y por qué se suele esperar a que tenga ochenta para que le sea concedido este premio? Esto constituye un misterio.
El Nobel supone la culminación de toda una vida para un escritor, el reconocimiento más alto que puede obtener quien se dedica a escribir. Pero sería bueno que ese reconocimiento llegara antes de lo que suele ser habitual, para que el galardonado -o galardonada, perdón- pudiera disfrutar del mismo un número razonable de años. De los últimos veinte años sólo lo ha podido hacer Orhan Pamuk, que lo recibió con cincuenta y cuatro y sigue entregando a las imprentas obras maestras de manera habitual. Alice Munro, que lo ganó en 2013 no pudo acudir a recibirlo por problemas de salud; tenía ochenta y un años. Harold Pinter, premio de 2005, murió tres años después de recibirlo. Y para uno joven que la academia sueca decide premiar, Bob Dylan en 2016, setenta y cinco añitos nada más, va el tío y se niega a recogerlo. Seguramente le pasó lo que a muchos: no creía que lo mereciese.
Nuestro Javier Marías, candidato al premio desde hace algunos años, ya no volverá a estar en las quinielas del Nobel: acaba de morir a los setenta años. Durante un tiempo fue apodado el joven Marías dado su aspecto barbilampiño, pero ya hace tiempo que nadie le llamaba así y tal vez hubiera merecido el Nobel. Pensar que tenía que haber vivido diez años más para ser premiado y morirse un par de años después parece una ignominia.
Y una última crítica al premio de marras: en los últimos treinta años solo ha sido premiado un autor que escribe en español, Mario Vargas Llosa, que lo ganó en 2010. Estamos hablando de la segunda lengua más hablada en el planeta. Francia, por ejemplo, en quince años lo ha ganado en tres ocasiones. Hasta este año estaba Marías de eterno candidato. A partir de ahora no solo no habrá un ganador que escriba en español; nos faltará también un eterno candidato. Una pena.