Carlos del Pozo

La vida en una página

Vidas en común

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Los términos municipales, como la mayor parte de cosas en esta vida, no son inmutables. Esto es, dos o más municipios pueden unirse hasta formar uno solo, y de igual modo pueden separarse y tirar cada uno por su lado. Los requisitos y el procedimiento lo ponen las leyes administrativas a partir de la Constitución, que establece que se lleve a cabo cualquier tipo de alteración de términos municipales desde la legislación de las Comunidades Autónomas. La mayoría de ellas tienen una ley que aborda el asunto. Sin embargo, desde que se aprobó la Constitución, ha sido más habitual la segregación de municipios naciendo nuevos términos -incluso comarcas, como en Cataluña-, que la fusión de dos ayuntamientos independientes.
Viene esto al caso a raíz del referéndum que hace unos meses se llevó a cabo en las poblaciones extremeñas de Don Benito y Villanueva de la Serena y en el que ambos ayuntamientos planteaban la posibilidad de ser uno solo. En la convocatoria estaban totalmente de acuerdo todos los grupos políticos de ambos consistorios, y los votantes -en un procedimiento controlado por una Junta Electoral como la de cualquiera de los comicios que se celebran en España- avalaron la propuesta. En el caso de Villanueva con más del 90 por ciento de los votos, y en el de Don Benito con poco más del 66, que era el listón que ambos ediles habían fijado para que pudiera tener efectos válidos el referéndum.
Durante la campaña del referéndum, sus impulsores señalaron las ventajas que se derivarían de la fusión, que no sería inmediata, sino que conlleva un farragoso proceso administrativo que tal vez no concluya antes de 2025. A saber: el nuevo municipio se convertiría en el tercero más poblado de la región, sólo detrás de las capitales provinciales y por delante de Mérida, sede del Gobierno de la Junta. El empleo crecería un 5 por ciento en el nivel general, un 10 en el sector servicios y un 15 en el de los servicios a empresas. Además, sería la primera población extremeña en agricultura, ganadería e industria y el segundo núcleo comercial de la Región. En principio, algo enormemente atractivo.
Sin embargo, no todas las fusiones habidas hasta ahora -en número escaso, no olvidemos- han cosechado las promesas que avalaron esa decisión en su día. Por ejemplo, los municipios gallegos de Oza y Cesuras -ahora llamado Oza dos Ríos-, fusionados hace diez años, no han visto satisfechas las promesas entonces recibidas, entre ellas el establecimiento en el municipio de una planta de la multinacional Coca-Cola y otra de biomasa de Ence. Allí hubo además un recorte de empleos municipales con despidos incluidos y el mantenimiento de facto de los locales de ambos ayuntamientos. Sin referéndum de por medio, la fusión la anunció por sorpresa en un debate parlamentario -los vecinos se enteraron por la televisión- el presidente de la Xunta de entonces, Núñez Fejoo, que dijo que aquello era como la boda de los Reyes Católicos. Pero lo cierto es que todos los grupos políticos de ambos consistorios salvo el PP se opusieron a la fusión.
Yo creo, no obstante, que el gesto de Don Benito y Villanueva puede ser esperanzador. No puede irles mal. En los últimos años hemos visto algunas escisiones y secesiones que dicen poco en favor de trabajar juntos y unidos, cada uno con sus peculiaridades, por un progreso común. Un ejemplo es la Unión Europea, que con sus muchos defectos nos hace mejores, más solidarios y mucho más fuertes. Habría que aprender de ese ejemplo.