Carlos del Pozo

La vida en una página

Lo de Nadal

Nadal

Confieso que no soy un apasionado del tenis, aunque también he de reconocer que he disfrutado a lo largo de mi vida viendo algunos partidos de Grand Slam, Copa Davis y olimpíadas, pero puede que se cuenten con los dedos de las manos y hasta sobre algún dedo. También admito que ya tenía preparada una crónica para este blog como cada final de mes, pero a la postre, lo que vi este domingo en Melbourne a través de la televisión, me hizo cambiar de opinión.
Por la mañana -hablo de ese bendito domingo- vi en la prensa digital que el partido comenzaba a las nueve y media de la mañana, hora española. Tenía otras ocupaciones a esas horas y no pude ver el comienzo. Como sé que estos partidos suelen durar bastante, a las doce, esperando a mi hija en el coche, conecté la radio y escuché que los dos primeros sets los había ganado el rival ruso de Nadal. Di por perdido el partido y me olvidé del tema.
Ya en casa, a eso de las dos de la tarde y cuando estábamos comiendo, pusimos en televisión el informativo de la cadena Cuatro, que comienza a las dos. Durante todo el noticiario no dieron ninguna noticia del partido -yo pensaba que a esa hora habría perdido Nadal, era lo más lógico-, pero ni siquiera lo mencionaron cuando llegó la hora de la información deportiva. Entonces sospeché y me fui a internet comprobando que Rafa había igualado los dos sets del compatriota de Putin y que se estaba jugando con su rival el quinto y definitivo. Mis sospechas tenían fundamento: si lo hubieran contado en esa cadena de televisión, todo el mundo habría cambiado de canal para ver el quinto set.
De ese último set nada se puede decir porque todo se ha dicho ya. Y quienes lo contemplamos atónitos sabemos que pocas experiencias más apasionantes viviremos en nuestras vidas. El tenis es una batalla entre colosos cuyas únicas armas son la inteligencia, la resistencia y el amor propio. Y de eso Rafa Nadal anda sobrado, como viene demostrando desde que era un barbilampiño adolescente. Se ha destacado que será el mejor tenista de todos los tiempos y el mejor deportista español de la historia. Yo creo que es un excepcional tenista, eso nadie lo duda y menos ahora, pero creo también que es mejor deportista porque en su discurso dentro y fuera de la cancha no hay una palabra más alta que otra, y porque digiere las derrotas -muchas veces en forma de lesiones- mejor que los triunfos, cosa que muchos tenistas a lo largo de la historia -McEnroe, el mismo Djokovic, Tsitsipas, o su rival ruso de la final, Medvedev- no han sabido hacer en numerosas ocasiones rompiendo raquetas, haciendo gestos al público o insultando a los jueces de silla.

Pero sobre todo puede decirse de él que, además de todo eso, es una muy buena persona.