Carlos del Pozo

La vida en una página

Bicicletas del exilio

Sayed

En medio de esta horrorosa pesadilla de Afganistán que nos ha golpeado con inusitada crudeza durante todo el verano, una pesadilla en la que unos fanáticos que desprecian a las mujeres, los niños y las minorías y que se han hecho con el poder a base de arrasar poblaciones, hay algunas historias admirables que invitan a la esperanza del género humano.
Una de esas historias, a medio camino entre lo hermoso y lo sorprendente, es la de
Sayed Ahmad Shah Sadaat, quien hasta hace poco fuera Ministro de Comunicaciones y Tecnología del país afgano. Hace unos meses dimitió de su cargo por desacuerdos con sus compañeros de Gabinete, denunciando la creciente corrupción en el seno del mismo. El buen hombre, advirtiendo el imparable avance de los talibanes hacia el poder, se exilió en Alemania tras soportar las protestas de buena parte de su familia, que interpretó el gesto como una traición a su país. Y a diferencia de otros ex ministros afganos, no evadió dinero a paraísos fiscales que le asegurara un feliz retiro en un país occidental. Ahí está lo plausible de su decisión.
Y es que ahora hemos sabido, gracias al
Leipziger Volkszeitung, un diario de la ciudad alemana de Leipzig, que Sayed Ahmad Shah Sadaat se gana la vida en esa ciudad a lomos de una bicicleta y repartiendo pizzas a domicilio para una conocida franquicia alemana de comida preparada. No sabía montar en bicicleta, lo que en absoluto le supuso obstáculo alguno para aceptar un trabajo con el que gana cada mes el salario mínimo interprofesional alemán, y ello a pesar de poseer sendas titulaciones en tecnología de la información y en telecomunicaciones. La noticia se ha hecho viral, que se dice ahora, pero el hombre cree que lo que hace no tiene nada de extraordinario, pues solo pretende ganarse la vida dignamente en un país libre donde dice que, a diferencia del suyo, no existe la corrupción y el abuso de autoridad. Estudia alemán cuatro horas diarias a fin de obtener un empleo mejor y más acorde con sus conocimientos.

Preguntado por el nuevo panorama político surgido de la victoria de los talibanes, Shah Sadaat no se moja demasiado y hace votos por un Afganistán más próspero en un futuro, pero nada más. Tiene miedo, y razones no le faltan, pues debe temer por la vida e integridad de amigos y familiares encerrados en esa jaula en que desde hace algunas semanas se ha convertido el desgraciado país asiático. Huir del propio país cuando éste está asolado por las llamas, algunos pueden interpretarlo como una traición, aunque seguramente solo sea una necesidad. Él mismo lo reconoce: no tengo nada de lo que arrepentirme.