Carlos del Pozo

La vida en una página

Un aviso: ha muerto Juan Diego

vete de mi

Uno de estos días hablaba con mi mujer sobre el devastador efecto que posee el transcurso del tiempo y los dos nos sorprendíamos de lo mayores que nos hacemos porque casi cada día muere alguien que ocupó nuestras vidas durante décadas. Y esas desapariciones las contemplamos a medias entre la pena y el asombro, que son dos de las cosas más conmovedoras del ser humano.
La reciente muerte del actor Juan Diego nos deja sin un intérprete irrepetible e inimitable. Hay muy buenos actores y actrices que siempre han tenido compañeros que han replicado su método o seguido su herencia, pero este hombre de setenta y nueve años nacido en el pueblecito sevillano de Bormujos ha muerto sin que nadie haya recogido el testigo de una trayectoria impecable. Y todo por el mero hecho de ser un artista único y sin parangón.
Tuvo una carrera muy dilatada en los escenarios teatrales, así como en aquellos míticos Estudio 1 de Televisión Española, en los que empezó a destacar por su poderoso tono de voz. También colaboró en numerosas series de televisión, pero yo creo que su labor artística raya al más alto nivel en sus apariciones cinematográficas. Ahí, creo yo, ofrece su mejor perfil interpretativo. Y no siempre como protagonista: hay docenas de interpretaciones suyas que no pasan de los seis minutos en el metraje total de la película y que, sin embargo, se han quedado alojadas para siempre en nuestras retinas.
Son innumerables sus prodigiosas actuaciones en la gran pantalla:
El séptimo día y La noche oscura, ambas dirigidas por Carlos Saura, Los santos inocentes -impresionante en el papel del señorito Iván-, la estupenda adaptación de Mario Camus de la novela de Delibes, también Dragón Rapide y quizá La vida que te espera, de Gutiérrez Aragón. Puede que me olvide de alguna, pero si me dijeran que escogiese tres serían el papel del cura de pueblo asturiano en You’re the one, de Garci, el cantaor alcoholizado de Fugitivas, y sobre todo ese actor cincuentón venido a menos que acoge a su hijo en casa tras años de no verse en Vete de mí, de Víctor García León, una de las tres interpretaciones que le dieron un Goya, como mejor actor protagonista en esta ocasión. Son tres películas sublimes y no demasiado conocidas que ahora, en homenaje al actor fallecido, todos deberíamos volver a ver.
Un tipo del que todos sus compañeros hablaban bien y cuya marcha han lamentado tanto.