Carlos del Pozo

La vida en una página

Jólabókaflóð

Cuentos-de-Navidad

Ahora que estamos en plena vorágine de las fiestas navideñas, los medios de comunicación nos suelen informar acerca de cómo se celebran estas fechas en los puntos más recónditos del planeta. Y entonces resulta curioso constatar cómo las costumbres, los credos religiosos, la historia y hasta el clima suelen modelar las diferentes formas de abordar estas efemérides que cada cual interpreta a su manera: unos abocándose a un consumismo endiablado, otros regresando a la familia y los amigos, y algunos más encomendándose a una fe religiosa que según se dice cada vez escasea más.
A mí me ha llamado la atención la manera que tienen de celebrar la Nochebuena los islandeses, los lugareños de ese país europeo situado en el extremo noroeste del mapa, a medio camino entre el continente europeo y Groenlandia. Esta buena gente, al parecer, cena en familia esa noche y a los postres se regalan libros entre todos, unos libros que comienzan a leer al lado de la chimenea durante el resto de la noche. Es lo que allí se conoce como
Jólabókaflóð, palabra de imposible pronunciación que tras ser escrita le ha producido a mi ordenador un severo shock, pero que significa algo así como el aluvión de libros de Navidad. Desde octubre se promocionan las novedades y es en época navideña cuando el sector de la edición hace su agosto -un agosto algo gélido, por cierto-, pues durante ese período es cuando se venden más de dos tercios de los libros que se adquieren a lo largo de todo el año en ese país. Todos regalan un libro, aunque la mayoría obsequian a la persona estimada con dos ejemplares. El número de publicaciones es también elevado, y en torno a ochenta novelistas ven sus libros en las librerías salir a la luz cada año. Esto, en un país de poco más de trescientos mil habitantes, sorprende lo suyo. La BBC, que hizo hace poco un estudio sobre el fenómeno, previó que a lo largo de toda su vida uno de cada diez islandeses publicaría al menos un libro. Eso tal vez le valió hace unos años a Reikiavik, su capital, ser nombrada por la UNESCO ciudad mundial de la literatura.
Uno, que no deja de asombrarse con todas estas revelaciones, también lo hace con los comentarios que esta noticia, aparecida estos días en medios digitales españoles, ha suscitado entre los internautas patrios. Una minoría admira la capacidad de los nórdicos a la hora de fomentar los libros y reservarle a la ficción y el conocimiento la noche más corta del año en compañía de amigos y familiares, pero una preocupante mayoría hace chanza a costa de esa costumbre, la censura y hasta la ridiculiza con saña. Un botarate dice que esa noche se la pasa
bebiendo y follando, que es más sano (sic), y lo dice blandiendo un par de frases con más de una falta de ortografía. Otro dice que los islandeses son muy cursis (a saber qué entiende este batracio por cursi). Un tercero define a los islandeses como Cuatro vikingos en una isla lejos de todas partes, fríos como besugos. Y un último fenómeno: Son raros ellos nosotros no. .Es difícil construir peor una frase con sólo cinco palabras, sin puntuar y enunciando de la peor manera posible
Por desgracia constato que seguimos muy lejos de ciertas sociedades modernas. Incluso de aquellos que la historia bautizó como los bárbaros del norte. Ellos con los años se han civilizado, y nosotros, que tuvimos las beneficiosas y muy sabias influencias de griegos y romanos, creo que hemos retrocedido preocupantemente. Una pena.